Lo que nos dejó la 1ª Feria del Libro de Merlo
La Primera Feria del Libro de Merlo arrancó siendo distinta a las demás (por la forma en la que estaba planteada, por el hincapié que se hizo desde un primer momento en la importancia de la difusión cultural más allá del negocio) y terminó ahondando hasta convertirse en una feria especial, una de esas que uno espera que se repita año tras año, de esas que tienen peso propio y logran que uno las espere. Y de eso, de darle esa esencia particular, se encargó a todas luces el Municipio de Merlo. Casi todos los dirigentes suelen manfiestar compromiso con el arte y la cultura, suelen hablar de su difusión y de su importancia, pero pocas veces eso va más allá. Vean, la diferencia está en el fondo: uno puede organizar un evento cultural, un espectáculo o una feria y, a simple vista, puede parecer exactamente igual que otras tantas. Pero hay algo que hace la diferencia. Ese algo, se podría decir, es lo que hace que un evento esté muerto o esté vivo.
Esta Feria rebosó vida por todos los costados. Hubo muchas voces importantes al servicio de la gente (como, por ejemplo, las de Alejandro Dolina, Gabriel Rolón, Felipe Pigna, Paula Bombara y Víctor Hugo Morales, entre varias otras), hubo espectáculos, talleres, eventos... Cada hora de los diez días que duró la Feria estuvo llena, en movimiento, viva.
Y hubo otra cosa, también. Algo que le terminó de dar alas y hacer que remonte vuelo, que se despegue, que se diferencie: Aunque la entrada fue gratuita, a cada menor de 18 años se le entregó un chequelibro con valor de $40 para que use a su antojo en los stands. En El Túnel, con $40, un chico se lleva un libro a su casa. Un libro propio. ¿Saben lo importante que puede ser eso para algunos? No un libro prestado, no un libro retirado de una biblioteca al que hay que cuidar, más que con amor, con miedo y respeto. Un libro que puede ser el primer acercamiento al amor por las letras, por el arte, por el conocimiento. Que puede torcer caminos para bien. Ustedes tendrían que haberlos visto. Nosotros los vimos. Había chicos que sencillamente no podían permitirse gastar dinero en algo como un libro, pero que, aún así, puedieron llevarse uno a casa. Propio.
La Feria del Libro de Merlo tuvo alma. Y eso es algo que pocas tienen. Esperamos con ansias la siguiente.